Monografía creado por Mononeurona.
Extraido de: http://www.mononeurona.org
26 de Octubre de 2005
Desde que iniciamos la vida, los seres humanos sentimos deseos de conocer. Buscamos enterarnos de la realidad que nos circunda: qué la constituye, cómo funciona cada objeto y, sobre todo, cómo somos, cómo es nuestro cuerpo. Cotidianamente indagamos nuestros límites y nuestro lugar en el mundo. Y este proceso, que nunca cesa a lo largo de la vida humana, es evidente en el recién nacido que con todos sus sentidos, poco a poco, explora y descubre cuanto le rodea.
Sin embargo, quienes ya somos adultos olvidamos la intensa curiosidad con la que alguna vez en nuestra infancia descompusimos un juguete y, por ello, al ver a un niño desarmando algún objeto lo consideramos malo y destructor, lo cual, la mayor parte de las veces no es el caso. La interpretación que el adulto hace de las acciones infantiles no siempre se corresponde con las intenciones de los niños. No coincide con la verdad, sino con "la manera como deben de ser las cosas" según las ideas y los valores del adulto: proyectamos sobre las acciones infantiles toda la carga que esas acciones tienen en nuestra vida adulta; pero el mundo infantil es diferente.
Imaginemos la escena en que una niña hace pedazos un reloj, o en la que un niño convierte en trozos inservibles un juguete. Ninguno de ellos tenía, necesariamente, la "mala intención de destruirlos", bien puede ocurrir que tan sólo estaba explorando, descifrando lo que son esos objetos, para qué sirven, por qué suenan o se mueven, o simplemente por ver lo que tienen dentro. Por lo general, el más afligido ante los destrozos es el propio infante.
Los niños pequeños no tienen aún la conciencia del precio de los objetos, y mucho menos pueden valorar los esfuerzos realizados por el adulto para adquirirlos. Ellos, al desarmarlos, buscan descifrarlos, comprenderlos. Esto mismo ocurre cuando los niños y las niñas inician el juego de la exploración de su cuerpo: no sospechan las ideas que los adultos tienen en mente. No lo hacen para ofender, ni por maldad; ellos se tocan porque están conociéndose y, también, porque experimentan placer al observar y sentir los cambios que son capaces de provocar en su cuerpo.
El niño y la niña en edad preescolar normalmente tocan sus genitales y, también pueden querer tocar a alguien más. Sienten interés por conocerse y conocer las diferencias entre un sexo y otro: por qué no son iguales los niños y las niñas, los papás y las mamás.
A esta edad quieren no sólo conocer, sino entender, y el entendimiento avanza por medio de comparaciones. Para comprender es necesario identificar las diferencias y llevar a cabo comparaciones: "¿por qué los niños tienen pene y las niñas no?", "¿por qué las señoras tienen senos y los señores no?", "¿por qué algunas señoras tienen una gran panza?", "¿por qué esa niña no tiene papá?", "¿por qué la mamá de las vecinas no trabaja?", "¿dónde están los papás de esos niños?", "¿por qué viven con su abuela?" Todas estas preguntas, y un sinfín que podrían añadirse, son resultado de la natural curiosidad del ser humano a quien no le basta con estar en el mundo, sino que necesita conocer y comprender cómo, e incluso hasta por qué, está en el mundo.
Cuando un niño o una niña formulan una pregunta es porque necesitan una respuesta, una respuesta, claro, apropiada para su edad. Los padres de familia deben responder con toda veracidad y sencillez. Habrá que explicarles que no es bueno cambiar de tema ni responder con evasivas como: "ahora no tengo tiempo", "vete a jugar por ahí", "no entiendo por qué se te ocurren esas cosas" o "después te lo digo".
Algunos padres y madres de familia suelen preocuparse ante ciertas preguntas y conductas infantiles de sus hijos que según ellos son anticipaciones de la conducta adulta y hasta signos de perversidad. Tales preocupaciones son infundadas: que un niño de preescolar se toque el pene y disfrute al conseguir el efecto de la erección es natural: el pequeño está descubriendo su cuerpo y aprendiendo que la estimulación provoca el reflejo natural de la erección. Es un error suponer que tales manifestaciones significan "precocidad sexual", que el niño esté enfermo o sea "un pervertido": está en una etapa normal del desarrollo.
Reprimir violentamente a un niño porque se toca los genitales es un equivocación muy seria: hace que el niño desarrolle miedo a sus mayores, vergüenza y culpa hacia su propio cuerpo y, como consecuencia de ello, que adopte la peligrosa actitud de hacer a escondidas lo que le produce placer. Entender que esos actos son manifestaciones naturales que requieren ser encauzadas -no reprimidas- coloca a los padres en la oportunidad de consolidar un clima de confianza con sus hijos. Una confianza que es indispensable para ayudarlos y prevenirlos. Y otro tanto ocurre con las niñas. Ese interés por explorar su cuerpo es natural. Son conductas propias de la primera infancia.
Si se les permite explorar su cuerpo es posible que no sean morbosos o reprimidos, ni adultos incapaces de acariciar, de proporcionar y recibir ternura, que es precisamente lo que termina sucediendo a muchos que, durante la infancia, fueron insultados, ofendidos y castigados porque jugaban con su propio cuerpo.
Alrededor de los 5 años, la curiosidad de muchos niños empieza a canalizarse a través de distintos juegos -como jugar "al papá y a la mamá" o "al doctor"- que sirven para que unos a otros se conozcan y ensayen los papeles de los adultos. Es normal que se toquen entre ellos; pero habrá que cuidar que, en esa clase de juegos, los participantes tengan aproximadamente las mismas edades para evitar posibles abusos o falta de proporción entre los niveles de desarrollo, ya que generalmente en la etapa preescolar sólo quieren verse y tocarse. Puede suceder que la parejita esté formada por dos niñas o dos niños que revisan y tocan sus respectivos cuerpos. No hay razón para escandalizarse ni suponer que dicha exploración sea un indicio de anormalidad.
Admitir que niños y niñas explorarán de manera natural sus cuerpos para conocerse no significa de ningún modo que se acepte cualquier juego infantil con tinte sexual. Es fundamental estar alerta, vigilar que nunca niños mayores intervengan, organicen o pretendan obligar a los menores a hacer lo que los más grandes quieran, y mucho menos que un adulto o un adolescente participe en estos juegos. Es ahí en donde puede haber peligro, no en la propia exploración voluntaria y lúdica, sino cuando intervienen factores como regalos, amenazas o trueques. En la propia casa puede haber un extraño o un miembro de la familia que presione, amenace o chantajee al niño o a la niña para que "juegue". Eso no es un juego, eso no es una exploración natural, sino un abuso sexual que debe ser evitado. Hay que estar atentos, escuchar y juzgar con mucho cuidado lo que los menores dicen, y brindarles apoyo.
La curiosidad infantil se manifiesta de una manera típica en los niños en edad escolar. Lo que se averiguó mediante los juegos de exploración, ahora ha de ser contrastado con las opiniones. Cada respuesta es la materia prima que procesa la mente infantil en formación: piensa lo que le han dicho, lo coteja con la realidad, con lo que apenas ha visto en su breve vida y con otras informaciones procedentes de la televisión, de otros adultos como son los vecinos, los abuelos, las educadoras del jardín de niños. Y por ello es tan importante la veracidad de las respuestas y la actitud con la que se responde y, más aún, el ejemplo que damos a niños y niñas con nuestra propia vida cotidiana. No basta con decir la verdad clara y brevemente; hace falta no mostrar rubor, vergüenza, morbo; es indispensable que exista coherencia entre nuestras declaraciones y nuestros actos.
La educación es un proceso permanente en la vida, y educar es la mejor oportunidad para actualizarse, para eliminar antiguos pudores y equívocos que a nadie benefician. Nada hay de malo ni de vergonzoso en que los niños se gesten en el vientre de las mujeres. En cambio sí es una deformación que se provoca en la mente infantil cuando se dice a un infante que una señora está "panzona" porque se comió una sandía completa. Nuestra tarea de profesores y el deber de los padres es, en este período, ayudar a los niños y a las niñas para que se formen como personas pensantes, interesadas en saber, juzgar y valorar lo que sucede, en una palabra: prepararlos para que sepan interpretar lo que se les presenta. Si maestros y padres de familia obstaculizamos, este proceso por indiferencia o prejuicios, provocaremos una confusión indeseable, cuando, precisamente, nuestra misión es fortalecerlos como personas.
Ahora bien, como los adultos no lo sabemos todo, puede darse el caso de que desconozcamos la respuesta a las preguntas que nos formula un niño o una niña. En esas ocasiones podemos revisar un libro junto con los pequeños: es el momento propicio para comenzar a formarles el hábito de la consulta, de la investigación. Acercarlos a los libros, a las enciclopedias, hacerlos partícipes de la búsqueda del conocimiento, pues aunque puedan no saber leer todavía podrán observar con nosotros las láminas, los dibujos, y aprenderán de nosotros, sobre todo, la actitud. Lo importante es que comprendan que hacer preguntas es bueno, que no nos molesta que las hagan, y que si bien a veces no es el momento exacto para contestarles (porque también han de aprender el respeto a las actividades de los demás) recibirán invariablemente respuesta y atención.
La persona adulta debe comprometerse a contestar pronto y ese pronto debe ser tomado como una promesa que habrá de cumplirse. No es bueno, como padres, dejar el asunto para el domingo de la semana siguiente "porque soy una persona muy ocupada", o tal vez para nunca jamás, "porque soy una persona a la que ciertas interrogantes le dan vergüenza". Tampoco debe posponerse con la equivocada esperanza de que a la niña o al niño se le olvide la pregunta. La mayor parte de las veces no se les olvida y, cuando ocurre, perdemos la oportunidad de acercarnos a ellos, de ayudarlos y de aprender juntos.
Debemos cuidar que la curiosidad infantil quede correctamente saciada, por lo que no convienen los discursos interminables ante cualquier pregunta que es posible responder con una simple frase. Tampoco conviene un lacónico "no" o "sí", cuando hagan falta ejemplos y un poco de esfuerzo de parte de nosotros para volver comprensibles nuestras contestaciones. Debe haber un trato natural, razonado y lógico; las buenas respuestas son verdaderas, lógicas, claras y breves. Tampoco es bueno darles el conocimiento en papilla: una versión extremadamente simple que no contenga ninguna información; el trabajo de masticarlo y digerirlo es precisamente lo que conduce a la nutrición intelectual.
A veces sucede que aunque la respuesta sea verdadera, lógica, clara, breve y oportuna, niños y niñas insisten y vuelven a preguntar. No deberá mostrarse impaciencia o fastidio, pues así como preguntar y volver a preguntar es parte natural de esa época de la vida, el papel de los mayores es el de responder y volver a responder a las inquietudes de los niños.
Son varias y negativas las consecuencias de no dialogar acerca de temas de sexualidad con niños y niñas. Si por cualquier razón la curiosidad infantil es rechazada con frases como: "tú estás muy chica para andar preguntando esas cosas"; "niño, no seas grosero, quién te mete eso en la cabeza", o "¿no sabes que hay cosas de las que no se habla?" los padres de familia y los maestros van perdiendo la confianza de sus hijos e hijas, alumnos y alumnas. Otra consecuencia que puede propiciar la censura es que el niño, a quien se ha dejado con su pregunta, recurra a otras personas para que se la respondan. Esto significa -en muchos casos- ponerlos, nosotros mismos, en riesgo al provocar que sean otros -tal vez los menos indicados- quienes los inicien en su educación sexual.
Querer que permanezcan ignorantes es el modo más seguro de ponerlos en peligro. No hay que olvidar la profunda enseñanza del cuento de La bella durmiente del bosque. El rey, para poner a salvo a su hija de la maldición de una hada maligna, manda que se destruyan todas las ruecas del reino, pues piensa que así su hija no correrá ningún riesgo, y a ella, por supuesto, nunca le menciona nada del asunto. La princesa -como todos sabemos- a la primera oportunidad se pincha el dedo, pues jamás ha visto una rueca ni le han dicho nada acerca de las ruecas. La clave de la verdadera protección es justamente el conocimiento. Es necesario que exista un clima de apertura y confianza en la familia y en el salón de clases; que niños y niñas se sientan en la libertad de expresar lo que piensan y lo que les sucede, que sientan confianza de preguntar, porque tienen derecho de saber y porque ese saber es importantísimo para la vida.
A través de las propias preguntas de los niños es posible iniciar la educación en valores: enseñarles la responsabilidad, el respeto a uno mismo, la integridad y la salud física y anímica, así como el respeto y la consideración a los demás: a su intimidad. Pues el hecho de que el cuerpo no sea malo ni sucio no autoriza cualquier comportamiento. Es preciso enseñarles a comprender que la voluntad de los otros es fundamental. Por ejemplo, si una niña o un niño quiere explorar a otras personas, habrá que enseñarles que eso no es correcto, sin hostilidad, con ternura pero con claridad y firmeza. Es la ocasión para que aprendan lo importante que es la intimidad y el respeto a la vida íntima de los demás. También, los padres deben hacer que sus hijos e hijas comprendan que ellos quieren estar solos en su recámara y mantener su intimidad y su vida conyugal.
En muchos casos el espacio doméstico se reduce a una sola habitación y la intimidad es difícil en esas condiciones y, aunque es rara la ocasión de tratar estos asuntos con los padres de familia, si existe la oportunidad, es importante que maestros y maestras los orientemos para que procuren mantener la intimidad de sus relaciones sexuales.
Si un pequeño presencia una relación sexual, habrá que explicarle con naturalidad que papá y mamá se besan y se abrazan porque se quieren mucho y que él debe respetar la intimidad de sus padres; que a veces, precisamente como consecuencia de hacer el amor, nacen los niños; pero que también mamá y papá lo hacen para demostrarse afecto, ternura y que, cuando sea grande también tendrá una persona a quien darle su amor.
Otras preguntas que pueden preocupar a los padres de familia, en cuanto a la manera de hablar con sus hijos e hijas son las siguientes: "¿por qué no te casas conmigo?", "¿por qué son las mujeres las que tienen a los niños?", "¿cómo entró el bebé en la panza de mi mamá?", etcétera. Como guía general son recomendables la prudencia y la verdad en las respuestas, así como los valores de igualdad, responsabilidad y respeto. Y, muy especialmente, tener siempre en cuenta la salud emocional y la edad de quien pregunta.
Las respuestas deben servir para orientar a niños y niñas, no para que el adulto se desahogue de sus propias frustraciones y problemas vitales. Por lo que -aunque a veces sea difícil por las experiencias que cada adulto haya tenido en su vida- hay que recomendar a los padres de familia que repriman su posible deseo de hablar mal de todas las mujeres o de todos los hombres. Si logran valorar lo importante que es su actitud para que sus hijos tengan una vida feliz y sana, podrán hacerlo. Es preciso tomar en cuenta la conveniencia de no hacer creer a los niños que nuestras impresiones, surgidas de nuestras personales experiencias negativas, han de ser la base de su forma de pensar.
Las preguntas que indagan sobre la diferencia de los sexos perduran a lo largo de la infancia y están presentes también en la adolescencia, aunque el enfoque, la intensidad y el interés no sean los mismos. La propia transformación y crecimiento revive ciertas preguntas y se transita del "¿por qué pasa eso?" al "¿por qué me pasa esto?" Sin prejuicios, con paciencia, prudencia, verdad y sencillez procuremos responderlas.
Este articulo ha sido recopilado directa y literalmente de:
http://www.wikilearning.com/
Educacion infantil. La curiosidad sexual
jueves, 14 de enero de 2010
en
23:04
| Publicado por
Vicent
Posted In educacion, infantil | 1 comentarios |
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domingo, 22 de noviembre de 2009
en
13:24
| Publicado por
Vicent
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